Imagina emprender un viaje de 25 a 37 días, sin ninguna forma de transporte más que tus propios medios, en el que tienes que recorrer 120 kilómetros cada día para llegar a tu destino. Nada fácil, ¿verdad? Esto es lo que hacen las mariposas monarca cada año, en una migración que las trae desde Canadá y Estados Unidos, a los santuarios de Michoacán y el Estado de México, en un espectáculo que te hará acercarte más a la naturaleza y maravillarte con el gran logro que, año con año, hace de estos pequeños insectos de alas brillantes los protagonistas de la historia.
Afortunadamente para ellas, no tienen depredadores naturales. Cuando son larvas, se alimentan de una planta llamada Asclepia, que tiene la peculiaridad de ser venenosa. Solamente la larva de la mariposa monarca y algunos pulgones pueden alimentarse de ella. Las toxinas de la Asclepia pasan a la oruga, lo que también las convierte en un bocadillo mortal. Ese es justamente el mensaje que transmiten sus alas de colores naranja brillante, negro y blanco: ¡No me comas, soy venenosa!
Durante el año, una mariposa monarca promedio vive de 4 a 5 semanas. Pero en octubre, cuando los días comienzan a ser cada vez más fríos, su metabolismo se adapta y se hace más lento. Esta es la señal para empezar su largo viaje a nuestras tierras, donde permanecen hasta mediados de marzo. Las monarcas de invierno viven hasta 9 meses, tiempo suficiente para reproducirse, y así comenzar el ciclo nuevamente.
Visitamos uno de los santuarios protegidos en el Estado de México: Piedra Herrada. Se encuentra cerca de Valle de Bravo, a unas dos horas de la Ciudad de México. No te preocupes si al llegar al lugar no ves el cielo sobre la taquilla lleno de mariposas, que para llegar al santuario todavía falta una larga caminata al aire libre.
Hay que tomar un camino cuesta arriba, que pronto se convierte en una vereda a través del bosque, a lo largo de 4 kilómetros. Si estás en forma, en unos cuarenta minutos llegarás con las mariposas. Si no, no hay prisa. Puedes tomar todos los descansos que necesitas, y es un excelente ejercicio. Solo asegúrate de llegar temprano, para poder disfrutar de la vista y que no te sorprenda la noche en el lugar. Si vas con niños pequeños – o si no gozas de una gran condición – puedes rentar caballos para hacer el recorrido. Y si decidiste ser aventurero y te cansas rápidamente, no te preocupes, a la mitad del camino también hay caballos para alquilar, para aquellos que prefieren no cansarse tanto.
Recomendaciones:
– Llega temprano. Es mejor madrugar y subir con calma en la mañana, que hacerlo bajo el sol de mediodía.
– Viaja ligero. Recuerda que son cuatro kilómetros de subida.
– Lleva suficiente agua. Hidrátate antes de comenzar la caminata, y durante todo el recorrido.
– Toma muchas fotos.
– Ten cuidado en dónde pisas, tal vez haya una mariposa descansando frente a ti.
– No te desesperes si no ves tantas mariposas como esperabas. Tal vez están cansadas y necesitan que pase una nube y les dé un poco de sombra para volar, o tal vez hace frío y con un poco de sol se activarán. Espera y ten paciencia.
– No olvides el bloqueador solar para tus hijos, y gorras o sombreros.
– Respeta las normas de la reserva, los propios ejidatarios les indicarán las recomendaciones para garantizar que las mariposas nos sigan visitando.
– Es recomendable acudir a los santuarios con la ayuda de un guía especializado.
– Acata las disposiciones de cada santuario, que son las mismas para todos.
– No traigas aparatos de sonido (grabadora, radio, etc.), ni hagas ruido.
– Usa zapatos cómodos pues es zona montañosa.
– No te lleves mariposas, vivas o muertas, ¡está estrictamente prohibido!
– Disfruta el camino, tanto si lo recorres a pie o a caballo.
– Lleva una mochila ligera a la espalda para cargar tu agua, tu cámara y algo ligero de comer: una fruta o una barra de granola.
– No dejes basura en el lugar. Tus hijos y las mariposas te lo agradecerán.
– ¡Diviértete!
Fotos: Rubén Suárez y Flickr