Por Rubén Suárez
Hace algunos años, en medio de la soltería, veía los paquetes todo incluido como la oportunidad perfecta para comer y beber como si no hubiera un mañana. Obviamente pasaba que, después del segundo bufet no podía ni moverme, y mucho menos ir al siguiente, al de la cena. Pero, ¿quién era yo para desaprovechar la oportunidad? Además, nada le gana a gratis. Y volvía a atascarme. Dos días de eso, y comer se volvía definitivamente el último lugar en mis prioridades.

Ahora, una o dos décadas después, y con una niña de tres años, mi enfoque ha cambiado bastante. Sigo buscando la opción todo incluido para mis vacaciones, pero ahora lo veo como (si en verdad es todo incluido) la oportunidad de no salir para nada del hotel y aprovechar todo lo que éste ofrece.

En nuestras últimas vacaciones, fuimos al Meliá Vacation Club Puerto Vallarta. Excelente ubicación, muy cerca del aeropuerto, y tiene una gran variedad de amenidades, en especial para los más pequeñitos.

El área de niños tiene como tema Los Picapiedra y, aunque seguramente ellos no se sientan muy identificados con Pedro, Vilma y Dino (ya que es algo que vivimos nosotros, no nuestros hijos), es bastante agradable y está muy bien adaptado para los peques.

Tienen una guardería muy fresca con personal muy atento y que se preocupa por los niños, un área de juegos con jardín para que liberen su energía, películas, juegos de mesa, baños a su tamaño, e inclusive un spa infantil (bajo reservación y con cargo extra). Si vas a tener un evento que te tome todo el día, o simplemente si quieres aprovechar al máximo tu tiempo de descanso, existe la opción de contratar a una niñera del hotel que se encargará de tu pequeño.

Las instalaciones del hotel, aunque no son nuevas, están en bastante buen estado. Junto al restaurant para desayunar hay un estanque con patos y muchísimos peces koi que puedes alimentar tú mismo. En las áreas verdes de esa zona hay una gran cantidad de iguanas tomando el sol, que posarán con gusto para tus fotos. El hotel cuenta con servicio de spa muy completo, y un gran número de actividades físicas, como muro de escalar, tiro con arco, canoa o jaula de bateo. Más tarde, hay espectáculos nocturnos variados en el teatro y un mercado de artesanías.

Lo que nos gustó:
– Hay habitaciones especiales para parejas con niños, que incluyen dos camas matrimoniales, una litera, mini bar con jugos, leches, agua y refrescos, además de regalos para los pequeños.
– Un detalle que quienes tenemos niños pequeños apreciaremos: el lavabo del baño tiene un escalón para ellos.
– La comida en general es buena y el personal del restaurant y el bar te dan una muy buena atención.
– Dentro del restaurant hay una zona de Los Picapiedra, con comida infantil.

Lo que no nos gustó:
– Al hotel le hace falta un poco de mantenimiento: uno de los elevadores no funcionaba bien (por lo menos en el tiempo de nuestra estancia), lo que hacía incómodo utilizarlos.
– La alberca es muy grande y tiene dos jacuzzis, pero no funcionan.
– La playa es demasiado empinada al entrar al mar, por lo que la corriente es muy fuerte para las que no son expertos nadadores. No es para niños.
– Los concierge te reciben muy bien a tu llegada al hotel, pero mi principal queja es que te agendan un desayuno para venderte tiempos compartidos. Ya saben, de esos a los que no es posible decir que no de tanto que insisten. Nosotros decidimos no asistir a la hora estipulada y nos estuvieron llamando toda la mañana a nuestra habitación. Tener que esconderte o dar múltiples explicaciones de por qué no quieres algo que realmente no te interesa no es mi ideal de vacaciones.
– ¡No hay dónde ver los partidos de la Champions! El bar del lobby abre más tarde.

En conclusión, es un destino recomendable, una vez que estamos conscientes de los puntos en contra. Excepto lo de los tiempos compartidos (¡y la falta de interés por la Champions!), no es nada que no pueda solucionarse.