Texto y Fotos: Yolanda Rodríguez
Hacía ya varias semanas que mi hija de 4 años me pedía visitar la exposición de Anish Kapoor en el MUAC. Su curiosidad por verla surgió en el camino a la escuela, ya que nos toca ver dos espectaculares que muestran una masa de color rojo escarlata; un rojo que para la mayoría de nosotros emula sin duda sangre y entrañas. Pero para ella, ese rojo era solamente un misterio que quería descifrar con sus propios ojos.
Cuando tienes bebés y niños pequeños es común pensar que ya no es tan fácil ir a museos “de adultos” porque temes convertirte en una molestia para otros espectadores o enfrentar condiciones difíciles de movilidad. Así que nos armamos de valor y llegamos hasta Ciudad Universitaria un sábado pasado el medio día.
La fila para la entrada era probablemente de unas 200-250 personas. Se movía, pero al mismo tiempo llegaban otras 5-10 personas a formarse. Nosotros, con una nena de 4 y otra más impredecible de 2, dudamos que ese rato de espera bajo el sol, más el tiempo en la taquilla que ni siquiera podíamos ver, sería equivalente a desatar una bomba de tiempo con mis toddlers. Así que: no gracias. Cambio de planes.
Decidimos entonces explorar y disfrutar del Centro Cultural Universitario. Qué imponente es la arquitectura de Teodoro González de León, en especial el MUAC, sin importar si eres niño o un adulto. Sólo contemplar el edificio hace que la vuelta valga la pena. Recorrimos el Centro Cultural Universitario y debo reconocer que las condiciones de accesibilidad me dejaron sorprendida; rampas funcionales y de buen tamaño, aún para mi enorme carriola doble.
Llegamos al área del Universum y descubrimos varios sitios ideales para niños, que generalmente pasas por alto cuando solamente vas al museo. Frente a la Casita de las Ciencias recorrimos el laberinto y jugamos en la banda de Moebius; una gran estructura geométrica de una sola cara sin principio ni fin. También hay un área de juegos tradicionales y una gran fuente ideal para escalar. El pasto está en buenas condiciones y pese a que hay muchos visitantes con mascotas, las áreas se mantienen limpias. Diversión garantizada.
Regresamos al MUAC y nos encontramos con la entrada despejada así que decidimos probar suerte. Pensé que quizá las niñas estarían ya muy cansadas para el recorrido, pero valía la pena intentar. Al entrar te invitan a cambiar la enorme carriola por una más ligera para cada niña. Así que finalmente lo logramos. Entramos a disfrutar la exposición y fue una gran experiencia para toda la familia.
Las obras de Anish Kapoor nos fascinan a todos los espectadores. La mayoría de los adultos se esfuerzan por una selfie perfecta al estar frente a ellas. Pero estoy segura de que el artista estaría muy complacido de ver cómo la disfrutan los niños. Asomarse por sus enormes espejos es como dar un salto al vacío, perderse en el infinito de lo que ven frente a sí mismos y el lugar donde saben que están parados. Sus movimientos auténticos como si estuvieran a punto de una caída, sus caras de fascinación y sorpresa lo dicen todo. Cada pieza les despierta nuevas emociones que invitan a lo lúdico y a la expresión. Mi hija mayor no dejaba de decir con mucha emoción que “dan muchas ganas de tocarlas”. Para mi gran sorpresa, su pieza favorita fue una instalación que a mi punto de vista emula una gran herida, pero para ella era la entrada a un mundo mágico.
Al terminar me hizo feliz leer la cita de Marcel Duchamp en el boleto de entrada: “Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores quienes hacen cuadros”.